domingo, 25 de marzo de 2007

Dunas.

Las dunas se abren ante mí como las entrañas de una mujer hambrienta. Sumerjo mis manos entre las venas del tiempo y de los sueños, me encuentro con un corazón a punto de estallar... su textura resbalosa me produce escalofríos... luz, placer, calidez, todo aquéllo mezclado con la vida y sus extraños contratiempos. Voy caminando en la calle y un paralítico me habla de cordura y coherencia, me río extrañada ante su fe inquebrantable en la locura.

Ábrete, princesa, permíteme penetrar tu carne joven, pudor blanquecino y ánimo marchito, escondido. Descansaré en los labios de mi amante dormido, me cobijaré en sus pupilas cuando no entienda la vida, y finalmente, me quedaré una vez más sola, frente a la inmensidad del mundo y sus fantasías. Campos cubiertos de verde hierba, flores blancas tapizándolos a modo de rocío... un cadáver se pudre en una encrucijada de caminos, y yo busco, sin cansarme, un manantial de aguas almendradas, donde remojar mi alma...

domingo, 18 de marzo de 2007

Sin título.

Eres un sueño enfermizo...

Trato de alcanzarte desesperadamente, trato de correr más rápido para retenerte, pero no lo logro, nunca he podido por más que lo he intentado...

Te deslizas por el tiempo con la suavidad de una pluma de ganso... al ritmo de los aleteos de un corazón, te pierdes en una nube de humo de cigarro, un sólo suspiro basta para sentir -saber- que ya no estás ahí...

Eres más escurridizo que un recuerdo fragmentado, bañado de whisky y de epopeyas míticas mezcladas con tu carne hecha de nada... de aire, de deseos... de chispazos de pensamientos. Y sin embargo, aunque no sé por qué quisiera tenerte, reconozco que en el fondo no eres lo que busco y no te necesito.

El deseo es irracional.

Pero te deseo con locura, con la misma locura enajenada que domina todas mis artes, todos los fragmentos aislados de esa caricatura llamada mi razón. Ese monstruo imagnario que alguien de buena fe cree que existió -en su momento. Te deseo con el éxtasis de la imaginación sin límites, con el ansia de la vida, que germina por fuerzas felizmente ignoradas, frenéticamente, como un ángel pisoteado aleteando inútilmente sus plumas. Y es que no domino del todo mi razón ni mucho menos ese otro invento llamado cordura.

A veces quisiera verte desnuda, bella mía, amada de mis ojos, despojada de tus velos de frágil doncella, y besarte amargamente, probar el envenenado sabor de tu piel cubierta de sangre, sudor y lágrimas, y toser sin esperanzas al verte, a tus pies, mi desdichada fortuna, pero me niego. Me niego a caer en tus redes y escapo del deseo, y soy feliz en mi locura. Con crueldad te aparto de mi paso, mi bella demoníaca... sin apenas rozar tu mano he de abandonarte, para reunirme con otro séquito, para tener un amante hipocondríaco, neurótico y obseso. Mi amada Realidad, me niego al sufrimiento eterno de tu contemplación y lo siento... lo siento más que nada porque sé que me extrañarás. Sé que harás todo lo posible por volver a tentarme, por seducirme ininterrumpidamente, pero NO PUEDO...

Porque he preferido ir a hacer el amor con el Infinito...


No he querido horadar tu carne infatigable con mis lastimeras caricias y monótonas odas. Sería tan triste. He decidido que el Infinito me entregue a cucharadas su humor insensato, en rumores bajo el agua. He preferido que los sueños tracen mi camino de mentiras y verdades igualmente monótonas, como los latidos de un corazón. Ese es mi órgano favorito, el cual se desligó de tus dominios, amada y bella sombría. Adquirió vida propia lejos de tus oídos.

Esta noche iré a acostarme a la cama de la Ironía... he de dejarme tocar y penetrar por el Sarcasmo... y he de contemplar a los ojos a la Fantasía... para fundirme con ellos en la intensidad del vacío. Algo de tristeza sentiré por tu partida. Pero también he de querer vivir vecina a la melancolía, rasguñando su puerta de vez en cuando.

De qué habré de vivir ahora, te preguntarás? ah, no lo sé todavía. El Tiempo, aquél que quisieras que fuera tu padre, afortunadamente no me da molestias y al contrario, me alarga los plazos perezosamente. Sabrás tú cómo he de pagar aquellos íntimos favores. Pero creo que te lo puedes imaginar. Cierto rastro de atemporalidad queda en mi cama de vez en cuando.