domingo, 25 de marzo de 2007

Dunas.

Las dunas se abren ante mí como las entrañas de una mujer hambrienta. Sumerjo mis manos entre las venas del tiempo y de los sueños, me encuentro con un corazón a punto de estallar... su textura resbalosa me produce escalofríos... luz, placer, calidez, todo aquéllo mezclado con la vida y sus extraños contratiempos. Voy caminando en la calle y un paralítico me habla de cordura y coherencia, me río extrañada ante su fe inquebrantable en la locura.

Ábrete, princesa, permíteme penetrar tu carne joven, pudor blanquecino y ánimo marchito, escondido. Descansaré en los labios de mi amante dormido, me cobijaré en sus pupilas cuando no entienda la vida, y finalmente, me quedaré una vez más sola, frente a la inmensidad del mundo y sus fantasías. Campos cubiertos de verde hierba, flores blancas tapizándolos a modo de rocío... un cadáver se pudre en una encrucijada de caminos, y yo busco, sin cansarme, un manantial de aguas almendradas, donde remojar mi alma...

No hay comentarios: