viernes, 18 de enero de 2008

Abajo.

Ah, este interior... es de pútrido y enfermo carmesí... mis entrañas hambrientas lloran tu ausencia sin saber llorar ni sentir.

Bajo la luna, me siento, aúllo, mientras rezo en silencio la tierra me atrapa y me guarda para sí. Los insectos me asfixian con su abrazo, desciendo...

Las profundidades de la tierra son las mismas que las de mi alma, dos reinos distintos, el cielo y el infierno, mediados por un purgatorio humano.

Estiro mis dedos y nadie me alcanza. La tierra me calma. El aire me entrega su último beso. Desciendo.

Intento recordar mi vida desde este entierro prematuro. Todo lo que me regala el recuerdo es nostalgia y dolor. Prefiero cerrar los ojos y vaciar mi mente, volver a la etapa primigenia, la nada, es toda mi meta.

Me deshago en el polvo. Desciendo.

domingo, 6 de enero de 2008

Todos los días.

Estaba todos los días sentada en las escaleras del mismo metro, mirando a la gente con los ojos vacíos, extendiendo la mano para recoger alguna mísera moneda. Todos los días, a pesar del calor y el frío, exhibiendo sus cicatrices monstruosas... todos los días.

Se pasó la mano por las escaras de su rostro y miró hacia las escaleras, grises, sucias, las mismas que veía... todos los días. Durante meses. Durante años que pasaban invariablemente sin ofrecer nada nuevo.

Veía pasar a la gente apurada rumbo a sus casas. Gente sin rostros como el suyo. Personas normales en un reino normal, donde ella era el fenómeno de circo, donde ella asustaba a los niños con su cara quemada, rota, cosida a la mala. Le daban envidia. Que ganas de pertenecer a ese mundo, de pasear con un bello vestido, un bello peinado, apurada para encontrarse con algún novio, orgullosa de su belleza, de su normalidad. El pensar que había gente que no valoraba eso la deprimía aún más. La envidia la hundía aún más. La envidia por la piel suave y lisa, de color uniforme, sin marcas...

No había razones, no había motivos. No pudo evitar preguntarse si no había un mundo donde ella fuera normal, donde sus cicatrices la hicieran ser la más bella, o por último, algo aceptable. Un reino donde lo quemado, roto y antiestético fuera regla, y todas la siguieran, quemándose a propósito para seguir la moda. Algún día, talvez. Si las mujeres adelgazaban obsesivamente hasta quedar en los huesos, si se perforaban brutalmente la cara para deformarse, para verse BELLAS, p'q no?

Aún hay esperanzas.

Siguió mirando las escaleras, sonriendo para sí misma, sabiendo que nadie más en el tránsito ruidoso y acelerado se fijaría.

Una moneda cayó en su mano.

Lo mismo de todos los días.

miércoles, 2 de enero de 2008

Narcolepsia.

Te deslizas entre los surcos del reino del sueño. No tiene ninguna ciencia, dejas tu alma fluír libre a través de los conductos de neón de un mundo paralelo y sin razón. Sin deseos de liberar nada, apresas todo muy dentro. Me susurras al oído indecibles secretos. Cada nota ordena el caos para acelerar la sinfonía...

Babeas palabras balbuceadas sobre mi mentón. Caen por mi cuello hasta llegar al suelo, transitando los espacios de mis poros demasiado dilatados para no retener los átomos obscenos de tu voz. Cuentos que se hacen eternos, caricias demasiado breves, otra vez brillan las luces de la ciudad. Otra vez te pierdo en la marea de cuerpos humanoides sin conciencia ni razón. Por qué? por qué llegamos aquí? puedes abandonarme si quieres. Las luces son mi discreta compañía.

Viviré siglos entre el polvo de tu ausencia, pasaré las horas oyendo el desorden allá afuera, sintiendo siempre el nerviosismo que se deja tocar antes de que ocurra un cataclismo. Los nudos en mi estómago terminarán por hacerse sólidos como rocas, ramificarse hacia todo mi ser, volviéndome una criatura de piedra. Dónde estás, que nunca regresas, que conviertes en sueño mi delirante agonía, mi rota sobriedad, siempre aullando tu espera en vano, entre esta ciudad que nunca duerme, que nunca respira, que nunca apaga sus luces del todo, que nunca calla sus gritos sordos de rabia y desdicha...

Dónde estás...?
De día no puedo escribir.

Es la noche la que me inspira, alero de todas las criaturas atormentadas y mentalmente inestables.

No es la belleza convencional lo que me mueve la lengua que habita en mi cabeza.

Son todas aquellas cosas que el vulgo no puede ver las que me inspiran.

Por qué será? que nací maldita. Que nadie presionó mis cosas por ya saber que de antemano estaban perdidas.

Que sólo algunas voces igual de marcadas serían mis guías.

Que sólo los locos me criarían desde la cuna, arrullando con sus murmullos mis sueños infantiles, tomando mis manos de vez en cuando y otras empujándome al vacío.

Quieres venir a soñar conmigo? quieres que la noche sea también tu sendero? quieres tragarte la luna a pedazos, para que sirva de lámpara en tu pecho? quieres venir a bailar los latidos de la tierra, para siempre?

La puerta de los dementes está abierta de par en par.

El reino de los deformes espera por ti. En sus cunas, los malditos desde pequeños, lloran, y sus gruñidos son la sinfonía, la ópera que corona la penumbra, el ronroneo de los gatos, lo que decora las estrellas...

Por qué será? que nací maldita. Que no me miran por vergüenza, por temor o por desidia. Que de ser posible me coserían la boca y los ojos para aislarme más de la locura... que me alimenta... como leche materna.

Terminaré encerrada en cuatro acolchadas paredes, me comeré mis labios y seré feliz... para siempre.









· mp3: Love and Rockets - It could be sunshine.