... me corroe las entrañas y me obliga a doblarme en mil, hasta caer al suelo; convertido en vómito espeso, me quema los dientes y la lengua. Los escupo lejos, me doblo más hasta romperme los huesos, hasta dejar mis tripas en el suelo, y luego miro al cielo, y río.
Sí, me puedo reír aunque sepa acre.
Oh, príncipe Alprazolam, salva a esta princesa de la ruina mental, y con tu beso amargo bríndale una noche sin sueños, encerrada en su fortaleza animal.
Mis pedazos se esparcen por el suelo.
Cómo quisiera no pensar tanto en esto.
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